Imaginé que escribiría sobre mí con besos libres, que se fijaría en el pelo haciendo de él vello. Homonimia, hombre. Y deseaba, joder, deseaba notar los puntos en sus dedos y las comas en sus silencios. Tomar aire.
Pero no, los escritores cuando follan se vuelven reales. Todo ocurre en algún interior, yo creo que son reversibles. Van dados la vuelta, con las costuras por fuera. Que no os engañe una etiqueta, yo sólo pude reconocerle al verle comer con la furia y lírica con la que creía que me follaría. Con ojos melosos y brillantes.
Pero no me hagan ni caso, que yo sólo me baso en un escritor.