sábado, 17 de marzo de 2012

Le he visto follando y comiendo.

Siempre soñé con escritores que me follaban con caricias, con susurro, que se fijaban en mi ropa interior incluso reían el relleno de ésta. Solía pensar que me ruborizaría si mis pezones no estuviesen lo suficientemente duros a su lado o si mi pelo no se erizara hasta la entonación que necesita nuestra rima consonante.
Imaginé que escribiría sobre mí con besos libres, que se fijaría en el pelo haciendo de él vello. Homonimia, hombre. Y deseaba, joder, deseaba notar los puntos en sus dedos y las comas en sus silencios. Tomar aire.

Pero no, los escritores cuando follan se vuelven reales. Todo ocurre en algún interior, yo creo que son reversibles. Van dados la vuelta, con las costuras por fuera. Que no os engañe una etiqueta, yo sólo pude reconocerle al verle comer con la furia y lírica con la que creía que me follaría. Con ojos melosos y brillantes.

Pero no me hagan ni caso, que yo sólo me baso en un escritor.


domingo, 11 de marzo de 2012

No me canso de escribir sobre el tiempo.

Cuan culpables las gotas
que cayeron por su propio peso
contra su cabeza,
atormentando los suelos
y llenando de lágrimas
la intemperie que rodea el cielo.
No lo intentes,
que ni las sábanas de felpa
alejan la humedad
de un romper a llorar
por los raspones
creados en la caída.
No cuesta declinar
pero arrastra, la tierra,
hasta la dureza.

El barro se vuelve más estable cuando estás metida hasta los codos.
Hazte así, que tienes manchada la nariz.