Las gotas sobre el cristal no respetan las calles delimitadas del estadio, como los griegos los semáforos, las lágrimas los carrillos o nosotros mismos las aceras con curvas de ella.
Sudan su muerte rapidita, toda lagrima tiene su glándula sudorípara.
Y así Grecia te demuestra que las estatuas más humanas con ojos de bronce también lloran. Y encima en puñados de eternidad que mostrar a los turistas.
El caso es que yo vine a romper lo que ya está roto y me dijeron que para participar en los juegos olímpicos debo estar desnuda, que necesito oponentes y que si no me valoro yo que al menos éste lo haga. Pero contigo espero ser relevo, no rival, y eso nos impide correr juntos.
Súbete al podio, retrátame en una vasija si así me tomas, me bebes.
Hasta vaso de Pitágoras vale, que el ansia nos haga perdernos por un agujerito y ser sed. Mancharnos de vino y se fue. Abandonarnos del tabaco para mascar laurel.
Sed de reptar solos por los rincones del 'me da igual', allí donde reconocer tus gemelos en las calles cercanas a la Acrópolis y volverme cariátide fría, columna estática y mutilada. Sin cosquillas, sin ofrendas y con mucho dolor de cabeza.
Con mi vuelta soy la misma ruina, pero eso sí, vuelvo iluminada. En tus manos queda apagar las luces, fundirlas o liarte a pedradas.
Te prometo que aún sin brazos el abrazo será correspondido.