martes, 13 de septiembre de 2011

A veces no puedes ser descriptiva.


Ella esperaba contra aquella farola, disimulando falsa quietud.
Él llegaba tarde.
Ella vestía vaqueros, una camiseta llena de mariposas y zapatillas.
Él llegaba tarde.
Ella miraba al suelo, sabía que si su mirada le encontraba su sonrisa crecería, delantando su entusiasmo. Sabía que si le miraba los nervios se desplazarían desde el estómago hacia las bragas.
Él, miedica de pelo en pecho, torció la esquina, miraba al frente y esperaba que su retraso intencionado no hubiese provocado una chica a la fuga.
Ella taconeaba sin sonido, de impaciencia.
Él caminaba dejando tras de sí el repiqueteo de unos zapatos brillantes contra las aceras. Se sentía orgulloso, mantenía el sentido correcto de esa extraña dirección: ella.
Ella sonrío al ver los brillantes zapatos rozando aquellas sucias zapatillas.
Y ocurrió, los nervios comenzaron a autocomplacerse, uno frente al otro, como una pareja que disfruta tocándose mientras el contrario observa.
Ella, fue ella quien le besó.
Él, fue él quien le pegó.

A veces no puedes ser descriptiva. Yo esta vez sí.
C/Ella- Madrid

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