Nos encierran en una habitación, provocamos el incendio, nos intoxica el humo, gateamos aplastando oxígeno, la puerta late, los corazones chirrían, las paredes ennegrecen, y al final, a pesar de las lágrimas salta la alarma de incendios y nos extinguimos como el fuego y los dinosaurios. Como el recuerdo que tendremos en cuenta cuando seamos cenizas del próximo sofoco. La puerta se abre, y una flecha nos alerta : '
Cuidado con el escalón de la ventana.'
Hay qué joderse, todos los clichés que tragué para que la maldita llave se mantuviese en mi estómago.
Autobús 827
Alcobendas / San Sebastián de los Reyes - Madrid
(Hoy se me acabó un bolígrafo sin estar escribiendo con él, un lapicero estropeó la cuchilla de un sacapuntas y otra etapa se esfumó. Total, que si necesitáis algún lapicero están en el cajón de los cuchillos jamoneros.)
1 comentario:
hay que provocar más incendios como el que has escrito. y, sin son así de productivos, viajar a menudo en el 827.
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