(...)
- ¿Y ahora qué? ¿Te digo como no me siento?
- No, no, de eso nada. Toma primero asiento. Deja atrás la negación implícita que contradicen tus ojos cada vez que miras. Anda.
- Que no miro, que veo. Que no como con la mirada, que sólo dejo crecer el vello de mi entrecejo. De verás. No es más que eso.
- Basta. Bastas.
- No me quieras educada y delicada, no me quieras sin babas en esa dura almohada. No me quieras pies calientes. Quiéreme gorda de alma, que vacía no valgo nada.
- Vale, de acuerdo, pero ven y toma asiento, que me duelen los gemelos de follar contra la ventana.
2 comentarios:
Almohada sin babas no es almohada.
Pero no babees ningún hombro.
De verás me fascina. Aúna en un neologismo perfecto la afirmación comprometida de sinceridad implícita y la promesa infantil de una revelación dudosa. Brindo fumado con todos los hijos bastardos del corrector de Word...
(nada más lejos del revanchismo)
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